¿Recuerdas esos días en los que un equipo se reunía alrededor de una pizarra blanca para una sesión de lluvia de ideas, y la gente gritaba ideas que se anotaban rápidamente? La energía en el aire era palpable. Al final de la reunión, todos se felicitaban mutuamente por las ideas increíbles generadas, disfrutando de un sentido de camaradería y logro.
Sin embargo, semanas después, no se había implementado ni una sola idea. Algunas sugerencias resultaron ser inviables, mientras que otras eran simplemente variantes de cosas que ya se habían intentado antes. Sin embargo, el emocionante recuerdo de mentes brillantes trabajando juntas para lograr algo más grande que la suma de sus partes permanecía.
Los directivos a menudo recuerdan las sesiones de lluvia de ideas como fuentes de ingenio e innovación, pero en realidad, la cantidad de ideas creativas y ejecutables generadas suele ser lamentablemente baja. Entonces, ¿por qué la lluvia de ideas es una práctica tan arraigada en el entorno laboral moderno, hasta el punto de que muchos líderes la ven como una razón importante para que los colaboradores vuelvan a la oficina?
La creencia en la efectividad de la lluvia de ideas está tan arraigada que muchos ni siquiera cuestionan su validez. La práctica tiene sus raíces en el ejecutivo de publicidad Alex Osborn, quien introdujo el concepto de la lluvia de ideas en su libro de 1953 “Imaginación Aplicada: Principios y Procedimientos del Pensamiento Creativo”. Osborn establece cuatro reglas para el proceso, que según él se llevaba a cabo de la mejor manera en grupos de cinco a doce personas: 1) generar tantas ideas como sea posible, 2) abstenerse de críticas, 3) fomentar ideas extravagantes y 4) combinar o mejorar las ideas de los demás.
El proceso sigue siendo en gran medida el mismo hoy en día: reúne a un grupo de personas con diversas experiencias y conocimientos y haz que propongan tantas ideas como sea posible, esperando que las mejores se queden. Es perfectamente razonable esperar que las chispas de creatividad vuelen en un entorno sinérgico como este.
Además, el concepto de la lluvia de ideas simplemente se siente correcto. Es inclusivo (al menos en teoría) y democrático, con todo el equipo desempeñando un papel en la determinación del mejor curso de acción, en lugar de que una decisión autocrática venga desde arriba. Debido a que el equipo siente que es dueño colectivo de las ideas generadas, es una excelente manera de movilizar el apoyo y la aceptación para una nueva iniciativa, o de distribuir la culpa por un enfoque fallido.
Sin embargo, después de décadas de investigación, hay muy pocas pruebas de que la lluvia de ideas tradicional realmente aumente la creatividad. Por el contrario, muchas pruebas sugieren lo contrario: un metaanálisis de más de 800 equipos reveló que las personas generan más ideas originales y de mayor calidad cuando no interactúan con otros.
¿Por qué la lluvia de ideas no funciona?
La mayoría de las sesiones de lluvia de ideas se parecen: algunas personas seguras de sí mismas y habladoras dominan la conversación, mientras que los compañeros más callados o no participan o murmuran ideas que suelen pasar desapercibidas. Sin embargo, el carisma y la capacidad de pensar sobre la marcha no son sinónimos de creatividad: los compañeros tímidos pueden guardarse sus ingeniosas ideas, mientras que los parlanchines pueden sobrevalorar sus sugerencias mediocres.
Hablar, especialmente en un entorno grupal, requiere un alto nivel de seguridad psicológica, es decir, la creencia de que los colaboradores pueden expresar sus ideas, preguntas, preocupaciones o errores sin temor a represalias o juicio, lo cual no es la situación predeterminada en la mayoría de los lugares de trabajo. Además, la percepción de que otros en el equipo tienen más experiencia inhibe la creatividad individual durante la lluvia de ideas. Y algunas ideas pueden ser vistas de manera más o menos favorable simplemente porque son expresadas por un miembro del grupo dentro o fuera de la oficina.
Otra razón por la que la lluvia de ideas tradicional no funciona es la “pereza social” o el “viaje gratuito”. Similar al efecto espectador, la pereza social nos lleva a abstenernos de participar cuando sabemos que otros lo harán. Así que, en lugar de esforzarnos realmente por encontrar una solución creativa, conservamos nuestros recursos cognitivos y dejamos el pensamiento profundo a nuestros compañeros.
Las sesiones de lluvia de ideas también son propensas al pensamiento grupal, donde las personas se esfuerzan por hacer que su opinión se ajuste a lo que creen que es el consenso. En lugar de que las mentes vaguen libremente en direcciones únicas, las ideas convergen. La limitación de producción también juega un papel: dado que solo se puede expresar una idea a la vez, la cantidad de ideas por persona disminuye a medida que aumenta el tamaño del grupo.
Quizás lo más importante, la creatividad no se puede programar. Muchas personas tienen sus mejores ideas en la ducha, durante una caminata en la naturaleza o mientras conducen en su automóvil. Dejar que nuestras mentes divaguen sin un enfoque particular tiende a generar más “ajá” que concentrarse intensamente en un problema, especialmente en un entorno grupal con las presiones sociales que conlleva.
Mejores formas de ser creativo
Afortunadamente, existen formas de aprovechar el conocimiento y la experiencia de tu equipo que no involucran la lluvia de ideas tradicional. Aquí tienes tres estrategias para probar:
- Lluvia de preguntas: Muchos de nosotros recordamos sesiones infructuosas de lluvia de ideas en las que la mayoría de las personas carecían de conocimientos o contexto sobre el problema, lo que limitaba su capacidad para sugerir soluciones viables. En lugar de reunir al grupo para generar ideas, averigua las preguntas más importantes con una técnica llamada “lluvia de preguntas“. Comienza con un problema, por ejemplo, la disminución de las ventas. Luego, permite que los miembros del equipo hagan tantas preguntas como necesiten para obtener una comprensión completa: ¿Cuánto han disminuido las ventas desde el año pasado? ¿Qué factores contribuyeron a la disminución? ¿Qué hemos intentado en el pasado para aumentar las ventas? Al final de la sesión, los miembros del equipo tendrán la información que necesitan para reflexionar sobre el problema por sí mismos.
- Escritura cerebral: Las ideas de otras personas pueden estimular ideas en nuestras propias mentes que de otra manera no habríamos pensado (un proceso llamado “activación” o “facilitación cognitiva”), pero las influencias sociales a menudo se interponen. Un enfoque para superarlas es leer y escribir en lugar de escuchar y hablar. En un estudio de una técnica llamada “escritura cerebral”, un miembro del grupo escribió ideas para posibles usos de un sujetapapeles en una hoja de papel y la pasó a la siguiente persona. Leyeron las ideas anteriores, añadieron las suyas con un bolígrafo de color diferente y la pasaron. Los resultados mostraron que el grupo de escritores cerebrales produjo más ideas que la suma de las ideas de un número igual de escritores que no interactuaron durante la tarea.
- Sesiones alternas individuales y grupales: Al alternar entre el tiempo en solitario y en grupo, los equipos pueden aprovechar los beneficios de la creatividad mejorada durante el pensamiento en solitario combinado con la estimulación de ideas durante las sesiones en grupo. Por ejemplo, un equipo podría comenzar con una lluvia de preguntas para definir el problema, seguido de tiempo para pensar individualmente. Luego, el grupo podría reunirse para una sesión de escritura cerebral. O los colaboradores podrían enviar ideas por escrito a su gerente, quien podría llevar las más creativas al equipo para su discusión.
Irónicamente, las interacciones grupales pueden ser una fuente de estimulación social y cognitiva, así como de interferencia. Encontrar el equilibrio adecuado entre pensar por uno mismo y en grupo es la clave para generar las ideas más creativas para alcanzar los objetivos de tu organización.
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