En las últimas cuatro décadas, la naturaleza del trabajo ha cambiado drásticamente. Los avances tecnológicos han dado origen a nuevas industrias y han transformado las economías manufactureras en economías del conocimiento y de servicios. Hoy contamos con más opciones sobre cómo, cuándo y dónde trabajar, al mismo tiempo que enfrentamos desafíos como el aumento de la complejidad, la incertidumbre y la dificultad para gestionar el trabajo.
Como resultado de estos cambios, los colaboradores no solo se han acostumbrado a tener mayor autonomía, sino que también la han empezado a exigir. Esta necesidad se intensificó durante la pandemia. La investigación ha demostrado que el estrés abrumador está estrechamente relacionado con la sensación de no tener opciones. Un estudio reciente de Harvard Business Review reveló que el 59 % de las personas valoran la flexibilidad por sobre el salario, y el 77 % prefiere empresas que les permitan trabajar desde cualquier lugar. Además, el 61 % preferiría ir a la oficina solo cuando sea necesario. Este estudio refleja un Insight claro: los colaboradores quieren usar la flexibilidad de una forma que se ajuste a sus propias necesidades.
Sabiendo esto, podríamos pensar que la solución es sencilla: las organizaciones solo deben otorgar más autonomía. Al fin y al cabo, los estudios demuestran que la autonomía puede aumentar la productividad. Pero si no se implementa con cuidado, puede tener efectos negativos inesperados.
Tomemos como ejemplo las diferencias de género en el trabajo remoto. Según una encuesta de LinkedIn, cuando se ofrece la opción de trabajar en la oficina o desde casa, las mujeres tienen un 26 % más de probabilidad que los hombres de elegir el trabajo remoto. Esto probablemente responde a la creciente necesidad de equilibrar el trabajo con el cuidado de los hijos, especialmente tras la pandemia.
A primera vista, esa autonomía parece una gran ventaja: da a los colaboradores más control sobre sus horarios y cómo equilibran su vida personal y laboral. Sin embargo, otro estudio realizado por Qualtrics y theBoardlist descubrió que el 34 % de los hombres con hijos recibieron promociones mientras trabajaban de forma remota, frente a solo el 9 % de las mujeres en la misma situación. En otras palabras, el trabajo remoto puede afectar de forma distinta a hombres y mujeres, y en algunos casos, perjudicar más a las mujeres.
Este hallazgo pone en evidencia la necesidad de ofrecer autonomía de manera reflexiva, y comprender a fondo cómo se percibe dentro de la organización. Si tu líder te dice que puedes trabajar cuando y donde quieras, siempre y cuando entregues a tiempo, probablemente sientas gratitud por esa libertad. Pero con más reflexión, podrías comenzar a preguntarte: ¿Mis colegas tienen las mismas oportunidades? ¿Cómo afectará esta decisión mi capacidad de colaborar? ¿Qué pensará mi jefe si elijo trabajar remoto?
Estas preguntas pueden llevarte a tomar decisiones que, en realidad, no son las mejores para ti. Por eso, las organizaciones necesitan comunicar intencionalmente las opciones que ofrecen y equilibrar adecuadamente la autonomía con la certeza. En otras palabras: hay que dar opciones, pero no demasiadas. Brindar autonomía sin estructura puede generar problemas de capacidad y una desconexión entre la intención y la implementación de las decisiones.
Cuando las organizaciones lo hacen bien, los colaboradores reciben una autonomía real, que incluye comprender las implicancias de sus elecciones. Por eso, experimentar con distintas opciones es un paso clave en el poder de elegir. A través de la experimentación, los líderes pueden trabajar con sus equipos para atender las necesidades individuales, mientras establecen reglas claras que aseguren un trato equitativo para todos. Un elemento fundamental para que esto funcione es entender que no podemos esperar llegar a la solución ideal de inmediato. En cambio, debemos estar preparados para ajustar el enfoque a medida que surjan opciones que funcionen para todos.
Finalmente, recuerda que la mejor autonomía incluye opciones que funcionen para toda la organización. Requiere apertura, colaboración y una mentalidad de equipo para descubrir la solución adecuada.